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Al llamado magonista, los revolucionarios tomaron la ciudad el 24 de junio de 1908 siendo comandados por Benito Ibarra Cuéllar, ello en contra, naturalmente, del régimen de Porfirio Díaz Mori, en el contexto de los movimientos que se comenzaron a gestar tiempo atrás, motivados por los hermanos Flores Magón y que se reproduciría en este episodio, que habría de ocurrir en una diversidad de plazas en el país, pero solo la ciudad respondió al llamada en tiempo con fidelidad.

"Al día siguiente hubo otro levantamiento en Acuña y otro se había presentado en Jiménez en 1906. Las condiciones políticas, socioeconómicas y culturales en el atraso provocaron en los pobladores de esta villa la necesidad de rebelarse contra el gobierno, al considerar que el progreso sólo era para unos cuantos, mientras que el resto era explotado." se puede leer en el artículo "Cuna de la Revolución", publicado por el El Siglo de Torreón. 

El medio recuerda los dichos de Manuel de Jesús Lastra López, cronista de Viesca: "Viesca participa activamente, (...) claro, ese movimiento fue sofocado a sangre y fuego, se decepciona la gente de que no hubo eco en Matamoros ni en San Pedro, se desmoralizan y se disuelve el movimiento".

"No obstante, el Ejército comenzó a perseguir a quienes participaron, a apresarlos y llevarlos a las mazmorras de San Juan de Ulúa, en Veracruz. Algunos mueren allá y otros son liberados cuando triunfa la revolución maderista, con trato de héroes regresan a Viesca en un tren militar", recordando además las aportaciones de Viesca, que van desde generales, sargentos, capitanes, que participaron activamente en el movimiento armado, hasta el mero antecedente pre-revolucionario, pues además dijo que ya durante el movimiento armado propiamente, no se registraron combates en el pueblo, y que ni siquiera pasó el Centauro del Norte por allí.

"Sin duda la región Lagunera fue uno de los escenarios más importantes en la Revolución, con las tres tomas de Torreón, aquí fue parte central de los combates de Villa, en el centro del país hay más fervor por la Independencia, nosotros festejamos, todavía, con mayor clamor la Revolución", comentó.

En otro artículo, publicado por Ruta Norte Laguna, se puede leer: "La Historia de la Revolución Mexicana, de José Mancisidor, dedica un buen espacio al episodio revolucionario de Viesca, con abundantes palabras del magonista Praxedis G. Guerrero. James D. Cockcroft, en Precursores intelectuales de la Revolución Mexicana, anota que se lanzó el ataque contra la dictadura 'a los gritos de ‘¡Viva la Revolución!’, ‘¡Viva el Partido Liberal!’ Los rebeldes asaltaron las oficinas del gobierno municipal, la casa del jefe político y la sucursal del Banco de Nuevo León. Por un breve periodo tuvieron el control del pueblo. Para retardar la llegada de los refuerzos federales de Torreón y Saltillo destrozaron los rieles del ferrocarril'.

La Breve Historia de la Revolución Mexicana, de Jesús Silva Herzog (el revolucionario), recuerda: “Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal y sus demás compañeros organizaron un movimiento revolucionario que debía estallar el 25 de junio de 1908. Quizá escogieron ese día en recuerdo de la Ley de Desamortización de los Bienes del Clero, expedida en la misma fecha cincuenta y dos años antes. Hubo levantamientos en Las Vacas [hoy Acuña] y en Viesca, Coahuila; en Valladolid, Yucatán; y en Palomas, Chihuahua.”

Pero una fuente fundamental acerca de la toma de Viesca por los revolucionarios es Praxedis G. Guerrero, quien con información de primera mano, puesto que era redactor de los periódicos magonistas, escribió una crónica que tituló simplemente “Viesca”. En este texto, el periodista del magonismo, de pasada combate a los periodistas gobiernistas que trataban de minar el prestigio revolucionario; muestra también la simpatía popular por los alzados contra el porfirismo": 


"La organización había sido trabajo laborioso ejecutado con grandes dificultades y peligros. La indiscreción y cobardía de las masas, la vigilancia de las autoridades apoyada en la sucia labor de espías y delatores, la carencia de recursos monetarios, todo fue venciéndose o esquivándose por los revolucionarios del grupo de Viesca. Su organización adquirió vigor y consistencia al impulso constante que supieron emplear aquellos pocos trabajadores libertarios. Una a una fueron reuniéndose armas para el grupo; un día era una pistola, otro una carabina; poco a poco se las dotó de parque. Hubo que imponerse dobles privaciones, que trabajar triple de lo ordinario para pagar el derecho de vivir; pero al fin, cuando se aproximaba la fecha de la insurrección, se contaba con algunos elementos, valiosísimos desde el punto de vista de las condiciones miserables que rodean a todos los luchadores de principios.

La noche del 24 al 25 de junio, aniversario de los asesinatos de Veracruz, era la fecha indicada para iniciar la rebelión en distintas partes del país. El grupo de Viesca se alistaba sigilosamente; se habían tomado minuciosas precauciones; pero todas ellas no pudieron impedir que sus trabajos se manifestaran tan claros y amenazadores que las autoridades principales del lugar, temerosas, huyeron la víspera del levantamiento. Además, la traición de Casas Grandes reveló al gobierno la existencia de la vasta conspiración, y lo que era más importante para el buen éxito de sus planes, la fecha en que comenzaría la agresión de los rebeldes. El telégrafo había comunicado órdenes apremiantes a todos los pueblos y ciudades para que las autoridades civiles y militares hicieran cuanto pudieran para sofocar la Revolución, mientras se preparaba un embajador a presentarse en Washington a pedir la más vergonzosa ayuda en favor de la tiranía mexicana.

A la medianoche se reunieron los compañeros, señalose a cada quien su sitio y se puso manos a la obra. La policía pretendió resistir; se cruzaron algunos disparos que causaron un herido de cada lado y un muerto de los gendarmes. La cárcel fue abierta cuán grande era la puerta; no quedó allí nadie. Proclamose el Programa Liberal, y se declaró nulo el poder de la dictadura. Se efectuó una requisa de caballos y se tomaron los escasos fondos que había en las oficinas públicas. La Revolución se apoderó del pueblo por completo, sin que se diera un solo caso de violencias o atropellos contra las familias o las personas neutrales. […]

El gobierno empezó a destacar tropas sobre la región lagunera, y entonces vino también sobre los valientes insurrectos de Viesca la inundación de las calumnias y de las injurias. Escritorzuelos que ostentan el título de liberales y amigos de los proletarios, emprendieron la tarea de levantar contra los rebeldes el odio ciego de la patriotería nacional. Se insinuó unas veces, se aseguró otras, que las armas de los revolucionarios eran facilitadas por Estados Unidos, que ávido por adueñarse de México, lanzaba al motín a unos malos mexicanos, traidores o ilusos. […]

La evacuación de Viesca se impuso; los voluntarios de la libertad salieron de su recinto, despedidos por la mirada cariñosa y llena de esperanza de las mujeres proletarias, cuyas simpatías se despertaban delirantes por los transformadores de la paz y el orden, que llevaban sobre sus indómitas espaldas el título de bandidos, como lo habían llevado todos los iniciadores de una reforma, como lo han merecido los libertadores de todas las épocas.

Hacia la serranía, hacia las montañas amigas, se encaminaron sus pasos. Allí el núcleo se quebró obedeciendo a un nuevo plan; la cantidad se descompuso en unidades proyectadas en todas direcciones, a donde irían a crear nuevas organizaciones rebeldes, repitiendo el fenómeno biológico de ciertas especies zoológicas que se reproducen en sus fragmentos.

Fracaso, murmuran algunas voces.

Ejemplo, enseñanza, estímulo, episodio inmortal de una Revolución que triunfará, dice la lógica. [...]"

Práxedis G. Guerrero.

Publicado en: Regeneración, 17 de Septiembre de 1910. P. 1


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